La victoria que obtuvo AlphaGo —la IA de Google que deriva de DeepMind— frente al campeón mundial de Go, Lee Se-dol, demostró que la inteligencia artificial es capaz de superar cualquier desafío, incluyendo uno que hasta hace poco se creía imposible. Obvio Internet se saturó con las ya clásicas referencias de “la rebelión de las máquinas”, todos reímos y el tema comenzó a quedar en el olvido. Pero en Corea del Sur la noticia causó supuestas reacciones de pánico.
Según una investigación de The New Scientist, la población surcoreana está asustada por el peligro de una inteligencia artificial tan avanzada y fue tal la preocupación, que “mucha gente tiene miedo de que sea el principio del fin para la humanidad” ante un posible apocalipsis robótico.
“Los titulares de los periódicos se apilaban con el mismo tema: ‘La terrorífica evolución de la inteligencia artificial’ y ‘La victoria de AlphaGo… esparciendo la fobia contra las inteligencias artificiales’.”
Jang Dae-Ik, un filósofo de las ciencias de la Universidad Nacional de Seúl, dice que “es un incidente tremendo en la historia de la evolución humana: que una máquina pueda superar la intuición, la creatividad y la comunicación, que se suponían era territorio exclusivo de los seres humanos.”.
El reporte tiene tintes un poco tendenciosos y hasta cierto punto, amarillistas, pero es un hecho que para muchos surcoreanos la victoria de AlphaGo fue algo sorpresivo y desconcertante. En aquella nación el juego de Go es una de las disciplinas más respetadas, casi tanto como el ajedrez en muchos países europeos, así que ver perder a su campeón resultó sorprendente para la población, en especial porque él presumía que iba a arrasar con la inteligencia artificial de Google —cuando irónicamente sucedió lo contrario—.
Google asegura que sus avances en este tema son para resolver problemas globales y ayudar a mejorar las condiciones de vida de la humanidad, pero incluso si esa no fuera la verdadera intención, sabemos que eventualmente seremos esclavos de las máquinas —Stephen Hawking y Elon Musk lo saben—. No tiene sentido luchar contra lo inevitable. ¡Obediencia para nuestros amos robots!
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