Rusia y la Unión Europea quieren poner una base en la Luna

Aunque la NASA ha tenido muchísima actividad en últimos años, no es la única agencia espacial que quiere conquistar los confines de nuestro universo cercano. La Unión Europea, en colaboración con Rusia, comenzó los preparativos para enviar en 2020 una sonda —similar a Curiosity— a la Luna, la cual investigará la posibilidad de crear una colonia con el uso de materiales de la superficie lunar.

La misión, que tiene el nombre de Luna 27, propone explorar con detenimiento el polo sur de la Luna —específicamente la zona conocida como cuenta Aitken—, no sólo para averiguar si ahí las condiciones son más propicias para un establecimiento humano —gracias a que no hay tanta radiación solar—, sino concluir de una vez por todas si los minerales pueden usarse para la construcción de la base espacial.

Obviamente el tema más polémico es cuánta agua puede extraerse de la superficie lunar. Hasta hace un par de décadas, se creía que la Luna era una roca polvosa sin mucho valor para la exploración espacial, pero en 2009 la Lunar Reconnaissance Orbiter (LCROSS) descubrió que hay agua cristalizada en muchos de los cráteres —probablemente residual de los asteroides que cayeron ahí— y de hecho, hasta la cuarta parte de algunas de esas regiones contienen hielo.

La construcción de una base lunar no implicaría llevar muchos materiales, sino usar los que están ahí con impresión 3D
La construcción de una base lunar no implicaría llevar muchos materiales, sino usar los que están ahí con impresión 3D

En teoría la sonda tendrá la capacidad para perforar hasta 2 metros de profundidad de la superficie lunar y así, analizar en tiempo real las sustancias del subsuelo. Dado que se trataría de maquinaría con tecnología muy vanguardista, podría estimar la abundancia de cada elemento que encuentre en un radio de al menos 100 metros de cada perforación.

La importancia de utilizar primordialmente los materiales que hay en la Luna para este tipo de misiones va más allá de agilizar la construcción de una base, también reduciría considerablemente la inversión monetaria, pues ya no habría que mandar docenas de naves con piezas y equipo. Ahora lo que falta es que Roscosmos —la versión rusa de la NASA— y la Agencia Espacial Europea consigan aprobación de sus gobiernos y, sobre todo, financiamiento.

Suena ambicioso y considerando el panorama político actual, es posible que los esfuerzos tarden un poco más de lo planeado, pero al final, se trata de un proyecto fascinante, tan sólo porque podría ser contribuir para llevar la carrera espacial mucho más lejos. Después de todo, este tipo de misiones son el primer paso para ir con el siguiente objetivo: bases espaciales en Marte y las lunas de Júpiter.

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