El sueño para muchos artistas —fotógrafos o pintores— es rendir homenaje de manera original a las pinturas más famosas de la historia. Obvio es algo difícil, no sólo porque requiere mucho talento, sino que a veces esa originalidad simplemente termina muy mal. Para Freddy Fabris, un reconocido fotógrafo neoyorkino, esa meta tardó casi una década en cumplirse, pero cuando entró en un taller mecánico en el Medio Oeste de Estados Unidos, la epifanía llegó: usar grasientos y tatuados tipos para reinventar algunas de las obras más icónicas del Renacimiento.
Freddy dice que “trasladar el concepto de una pintura al mundo de la fotografía es un desafío monumental, pero que vale la pena intentarlo tan sólo por las posibilidades”.
Y aunque buscó respetar la apariencia y el feeling de las obras originales, quiso dar un giro conceptual para crear algo realmente interesante.
En pocas palabras, sacó todo de contexto, pero mantuvo la esencia.
Ahora me gustaría ver un Monet con estilo cyberpunk.
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