No lo voy a negar, estoy escribiendo desde una MacBook, la batería de mi iPhone se está recargando y escucho música desde un iPod conectado a un sistema de sonido. ¿Eso basta para ser macquero? ¿Vale la pena precisarlo? Para muchos, sí. Aclaro que este artículo es totalmente subjetivo y aborda la experiencia de un simple usuario que prefirió utilizar una Mac y los productos de Apple en vez de otros. Así de simple.
Piensa Diferente
Lejos quedaron los días en que los usuarios de Apple conformaban un grupo selecto, casi tocado por la mano de Dios, que se decía diferente por la simple insignia multicolor al frente de sus computadoras. Eran tiempos en los que no existían tiendas de la marca en cada centro comercial y en los que, para usar su sistema operativo, se necesitaba un manual aparte. Vamos, no era cosa del otro mundo, pero sí distaba del también incipiente Windows. Fue un concepto potencializado por el entonces extraño Steve Jobs y una campaña de mercadotecnia que nos invitó a “pensar diferente”.
Claro, las necesidades eran otras. Estábamos acostumbrados a que las computadoras debían ser de un sólo color y las opciones eran realmente pocas para los usuarios de una computadora personal. Incluso, yo pensaba que no necesitaría tales avances; tenía 13 o 14 años de edad.

Pero, en 1998, todo cambió. El lanzamiento de la primera iMac G3, con el sistema operativo X, abrió la puerta para que la manzana mordida de Jobs se colocara en la vía para convertirse en una de las empresas más ricas e importantes del mundo. Bastó un poco de magia en los spots publicitarios y la reacción de los consumidores ante una computadora "verde" para entender que los usuarios seríamos felices con ese pequeño diferenciador. Los precios se redujeron y, de pronto, el éxito de Apple fue incontrolable. Lo demás es historia conocida por todos: iPod, iPhone, iPad y colores. Muchos colores.
El primer contacto
Mi primer contacto con una computadora Apple fue gracias a una vecina que, casi por herencia, recibió una computadora iMac. Me invitó a “conocerla” juntos, pues en ese momento ninguno de los dos sabía de las diferencias que existían en el manejo del sistema operativo y de los demás programas. La experiencia no fue nada dolorosa.
En un par de horas, me encontraba como pez en el agua: conocí cada recoveco de las primeras versiones de OSX, aprendí los primeros atajos de teclado y me adentré en el ambiente que, desde ese momento, marcaría la solución para mis necesidades en una computadora.
Fue una experiencia importante pues, años después, justo al ingresar a la universidad, pude hacerme de mi primer MacBook, para no salir de ahí jamás. Al mismo tiempo, manejaba una PC con Windows 98 que en poco tiempo quedó empolvada. No se trató de una decisión de la noche a la mañana, simplemente sentía que vivir con Mac me hacía las cosas más sencillas.
Sé que se trata de un tema de percepción y que muchos se adaptan sin problema a Windows u otros sistemas mucho más exquisitos, pero creo que ahí está la diferencia para que ahora yo sea reconocido por utilizar productos Apple.
¿Dónde quedó la exclusividad?
Cuando estás en contacto con diversas marcas de tecnología (como mi trabajo sugiere), ser vinculado con cualquiera no es lo ideal. Pero no lo voy a negar: me gustan los productos de la compañía y, casi sin proponérmelo, me he convertido en un usuario que, ante los ojos de cualquiera, no podría usar a la competencia.

Aunque suceda lo anterior, me encuentro muy lejos de sentirme parte de un grupo segmentado y estoy seguro de que para muchos es igual. Basta con observar a las personas en la calle y darse cuenta del porcentaje que emplea los característicos audífonos blancos y que, por ello, nos hace pensar que hay un iPod o iPhone en su bolsillo.
Entonces, seguir a Apple ya no es tan “diferente” ¿o sí? Por supuesto que no. Apple ha logrado el objetivo de masificarse y llegar a las mayorías con productos más atractivos y fáciles de usar, aunque éstos no sean precisamente una computadora.
¿Será que el mundo tecnológico giró a favor de Apple? ¿O la empresa de la manzana ha cambiado las cosas a su favor? Eso no lo sabremos con certeza en poco tiempo, pero sí estoy seguro de que cualquier relación (de filosofía, uso, o gusto estético) entre empresa y usuarios se ha convertido en algo muy común.
¿Es Apple una buena apuesta?
Seguir a Apple ya no te hace parte de nada especial y, al contrario, se ha convertido en algo complicado y caprichoso. El precio del hardware y sus infinitas actualizaciones hacen que muy pocos puedan seguirle el paso, además, sabemos que la competencia aprendió del maestro y lo superó en muchos aspectos.

Entonces, ¿vale la pena seguir fielmente a la marca? Personalmente, diría que sí, mas mi decisión está marcada por experiencias personales que, difícilmente, encuentran una relación con el costo/beneficio de los productos que pueda utilizar. Pero si me lo preguntan como analista, mi respuesta sería contraria.
Apple seguirá con sus propuestas “diferentes” y tratará de mantenerse en el Olimpo. Pero, a diferencia del fútbol o cualquier otro deporte, la tecnología y el comportamiento de nuestro consumo no debe estar ligado a una marca o color. Esto debido a que nos limitaría a conocer una sola cara del cubo de Rubik en el que se ha transformado nuestro entorno con la tecnología.
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