El mundo se divide en dos grupos: quienes creen en la suerte y quienes no. Hay muchas personas que se sienten afortunadas por encontrar una moneda en la calle y buscan sin descanso un trébol de 4 hojas. El grupo opuesto los juzga por creer en la suerte, según ellos, el primer grupo es inocente y fantasioso.
Sin embargo, Robert H. Frank, profesor de la Universidad de Cornell, considera que la sociedad mejoraría si todos creyéramos en la suerte. En un artículo publicado en The Atlantic, Frank explica que suponer que todos nuestros éxitos están basados en esfuerzo y talento hace que seamos menos generosos con los demás.
Incluso, cita algunos estudios en los que se han demostrado las virtudes de creer en la fortuna. En uno de ellos, se dividió a los voluntarios en dos grupos: uno tenía que pensar en algo positivo que les haya pasado y enumerar los factores fuera de su control que estuvieron a su favor; el segundo grupo tenía que pensar en razones concretas que los han llevado al éxito. Se encontró que el primer grupo hacía más y mejores donaciones a caridad que el segundo grupo.
Según el estadista y economista, creer en la suerte trae consigo un sentimiento de gratitud que trae beneficios para él.
En otro estudio llevado a cabo por científicos sociales, se pidió al primer grupo de voluntarios que hicieran una lista con las cosas por las que se sentían agradecidos, el segundo grupo debía escribir qué los irritaba y el tercer grupo sólo escribir eventos. Después de 10 semanas, los investigadores notaron cambios positivos en las personas del primer grupo, tuvieron dolores y enfermedades menos graves y la calidad de su sueño mejoró. Además, se sintieron más felices y alerta y dejaron atrás sentimientos de soledad.
Es difícil abandonar el sentimiento de triunfo que alimenta nuestros egos, pero según Frank, vivir con sentimientos de gratitud trae mejor calidad de vida. Casualmente, creer en la suerte, te da buena suerte.
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