El CEO que subió el precio a la medicina para el sida NO es un monstruo

Simplemente es el producto de un sistema que recompensa psicópatas

Recientemente Martin Shkreli, CEO de Turing Pharmaceutical y la persona con la cara más pateable de los últimos años, compró los derechos de Daraprim, una medicina para el tratamiento del sida. Tras la adquisición, el director general subió el precio de la droga de $13.50 USD a $750 USD, un incremento de 5500% de un día para otro. Por supuesto, los medios y el público en general se fueron encima de él en una cacería de brujas en la que lo tachan de psicópata, insensible, cruel y básicamente, monstruo. La verdad en este caso concuerdo con la opinión pública, Shkreli apesta, pero ¿no es su comportamiento simplemente un síntoma de una enfermedad mucho más profunda?

Lo único que Shkreli está haciendo es obedecer los fundamentos básicos de un sistema basado en oferta y demanda. Él tiene la posesión de una droga escasa y puede establecer el precio que se le dé la gana sin compasión por las personas que la necesitan. Su enfoque, como el de cualquier empresa, es generar ganancias para él, sus socios e inversionistas.

Lo que está poniendo a Shkreli en el ojo del huracán es que su negocio es parte del sector salud, y el incremento en el precio de sus productos afecta directamente la vida de las personas de una manera más directa que otros. ¿Son sus acciones asquerosas, crueles y despiadadas? ¡Por supuesto! Pero no es culpa de Shkreli, sino de un sistema que recompensa conductas psicopáticas.

Parecería lógico pensar que el negocio de las farmacéuticas es la salud de sus consumidores, pero no hay nada más alejado de la verdad. Las empresas fabricantes de medicinas dependen, como todo negocio, del consumo de sus productos, por lo que les es más conveniente mantener a sus clientes usándolos el mayor tiempo posible y si esto no es opción, entonces lo mejor es hacer que paguen lo más que se pueda antes de dejar de usar el producto. El negocio real de las farmacéuticas es la manutención de la enfermedad, no su cura. Mercadotecnia 101.

Lo único que Shkreli está haciendo es seguir las reglas básicas del sistema y tratar de generar más ganancias (para poder comprar medicinas carísimas cuando se enferme). Si lo pensamos con profundidad, las acciones de Shkreli son altamente estúpidas para el bienestar general de la sociedad, pero su conducta sólo es consecuencia de un sistema que recompensa este tipo de acciones psicopáticas en las que el más despiadado es el que más recursos reúne y más ventaja competitiva tiene. Por supuesto, esta conducta no es exclusiva de las farmacéuticas, sino de absolutamente toda corporación saludable.

En el otro lado del espectro está Alexander Fleming, quien descubrió la penicilina a principios del siglo pasado y decidió regalarla a la humanidad. ¿Cómo lo recompensamos por darnos uno de los medicamentos más importantes en la historia? Le dimos un premio Nobel (que compartió con otras 2 personas), reconocimiento global, una palmadita en la espalda y gracias por participar, mientras que compañías como Novartis, Pfeizer, Roche y ahora Turing Pharmaceutical ganan miles de millones de dólares por vender medicamentos carísimos a los que poca gente tiene acceso hasta que se libera la patente. Para las compañías de salud, la salud está en segundo plano… después del negocio.

Es probable que el sector médico sea el mejor para poner en evidencia los defectos del sistema en el que vivimos, y personas como Shkreli nos dan el ejemplo perfecto de las actitudes nocivas que recompensamos como sociedad. Tal vez sea momento de replantearnos nuestras prioridades y pensar en por qué vivimos en un sistema en el que la salud y el bienestar de sus participantes es sólo una estadística secundaria medible en dólares.

En conclusión, el comportamiento de Shkreli no es tanto su culpa como la de un sistema que le ha recompensado comportarse de esa manera. El problema es que es más fácil echarle la culpa a un chivo expiatorio que hacer un análisis profundo de por qué se comporta de esa manera. No sólo es él, cualquier alto mando de una farmacéutica o de un sinfín de empresas sigue la misma filosofía de Shkreli y todos nos vemos afectados por ella, pero ni él, ni sus homólogos son monstruos, simplemente son personas que siguen las reglas de un sistema monstruoso.

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