El platillo volador de la NASA falló espectacularmente su segunda prueba

Este desacelerador supersónico de baja densidad será clave para las misiones a Marte

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Nunca se dijo que viajar a Marte sería fácil. Y es que después del educativo —pero decepcionante— primer intento de la NASA para hacer funcionar su desacelerador supersónico de baja densidad (LDSD), parecía que todo resultaría bien. Desafortunadamente, la prueba fue un fracaso. Es lamentable, pues numerosos expertos en aeronáutica, astrofísica e ingenieros de otras disciplinas invirtieron meses para hacer mejoras al diseño original de este paracaídas espacial.

El invento de la NASA propone combinar las ventajas de un paracaídas —uno sumamente sofisticado y complejo—, con una especie de platillo volador inflable, para reducir la aceleración de caída en la atmosfera con naves de muy gran tamaño. Para que Curiosity llegara intacto a la superficie marciana se sumaron a la suerte una serie de condiciones favorables, incluyendo buen clima, que el viento soplaba en la dirección planeada y sobre todo, que la sonda era de un tamaño relativamente compacto. Para llevar astronautas al Planeta Rojo, es necesario crear un método más eficaz e infalible, de otro modo, será accidente seguro.

Dado que la atmosfera de Marte es muy delgada, el mayor riesgo es que la nave puede perder el control muy fácilmente, hasta el punto de acelerarse a velocidades supersónicas —digamos que sería como un jet, estrellándose a toda velocidad contra otro avión—. Así que el LDSD no sólo frenará la nave o sonda en cuestión, sino que le dará estabilidad; para lograrlo, un par de pequeños cohetes se encargarán del equilibrio, mientras que una bolsa de aire con forma de dona y fabricada de kevlar ayudará a crear resistencia a la atmosfera y por último, un paracaídas de 30 metros de ancho —el más grande en la historia— terminará el trabajo, haciendo que el descenso sea mucho más lento.

Mientras que el problema con la primera prueba estuvo en que el paracaídas no soportó la intensidad del aire —se hizo pedazos en segundos—, este segundo intento fue más frustrante para el equipo de la NASA, pues el paracaídas simplemente no se abrió. La ironía es que tuvieron que pasar años para concretar el proyecto, meses para refinar el concepto fallido, días para preparar el lanzamiento y sólo algunos segundos para darse cuenta que todo terminaría mal.

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