Recuerdo que jugaba disparejo con mis hermanas para ver a quién le tocaba cambiar de canal —con una perilla dura y fría— en el TV blanco y negro que teníamos en casa; a ellas no les parecía cosa del otro mundo, pero a mí... a mí me maravillaba cómo se prendía si tocabas el logotipo de la marca Zonda. Me acuerdo, también de que en Día de Reyes me trajeron un Intellivision... fue un parteaguas en mi vida. Y es que ese año mi papá me hizo una revelación importante al respecto y después me llevó a comprar la consola a Tepito. Al principio iba muerto de miedo, pero de regreso venía feliz... eso sí, el camino me sentí inseguro en todo momento. Cuando llegamos a casa, papá tardó horas en conectarlo, pero cuando lo logró, jugué Burguer Time, PitFall, Armor Battle y hasta box sin parar, pasamos tardes completas ahí metidos.
También recuerdo el momento en que Jorge, el papá de mi gran amigo Pepe —mi vecino—, entró por la puerta cargando una caja de la cual vi salir nuestra primera videocasetera... una Sony Betamax; después, trajo una JVC formato VHS. Jorge era un gran aficionado a la tecnología: tenía cámaras betacam, videocasteras de todos los formatos y fue de los primeros en contratar Cablevisión, por si fuera poco, era el único de la cuadra con antena parabólica. De hecho, fue él quien vendió a papá una grabadora café que, para mí, era una maravilla, por la suavidad de la perilla para sintonizar en el FM, su capacidad para grabar voz y porque podía duplicar grabaciones de cassette a cassette.
Un día, mi papá llegó con lo que verdaderamente me sorprendió de chavo: un equipo de audio Kenwood. Yo cursaba 3.° de secundaria y me costó verdadero trabajo ir a la escuela al día siguiente. Me gustaba poner un cassette de Soda Stereo y sentarme frente a una de las bocinas para sentir las vibraciones de esos monstruos de 3 vías. Obvio, recuerdo la primera computadora que tuvimos, era una "armada", no tenía marca, pero cuánto le agradezco haberme sacado de apuros en la prepa y parte de la universidad. Después vendría la primera computadora que compré con mi sueldo: una Mac PowerBook G4 Titanium. Gasté una for-tu-na en ella y valió la pena. Todavía la tengo.
Y así, puedo contar muchas historias de cada aparato de diferentes tamaños, formas, formatos que gracias al trabajo de mis papás —y al mío— llegaron a mis manos en distintos años. Desde la grabadora General Electric ―con la que nos grabó papá cuando éramos chiquitos; habré tenidos 2 años y de los 2 minutos grabados, lloré 1:30― hasta el stereo Sony que me regalaron a los 18 y con el cual no pude salir a festejar porque tenía varicela, pasando por aquel primer minidisc Sharp que me robaron. Tengo relatos de otro minidisc marca Sony, de mi primera grabadora de reportero que compré en Austin, Texas... del iPod que me regaló mi esposa cuando éramos novios y de la colección de grabadoras que tengo en la actualidad. ¿Y qué tal el micrófono AKG azul que hace que mi voz llegue, a través de Radio y TV, a toda la República Mexicana? Hay tantos ejemplos, que no acabaría...
Aquí lo importante es que quiero compartir contigo la emoción que sentí con cada uno de esos foquitos, palancas, controles, botones y pantallas con los que viví hace mucho, con lo que vivo día con día y con los que sé que viviré en adelante. Gracias papá, por acercarme a la tecnología y hacerme, sin porponértelo, un amante de ella. Tu falta de paciencia con la complejidad tecnológica me hizo experto en los aparatos de la casa y hoy sigue viva mi curiosidad para seguir aprendiendo.
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Alfredo Romo es conductor en Siempre 88.9 FM de 15 a 18:30hrs; puedes escucharlo en www.siempre889.com.mx
Además, es voz para TV Azteca en diferentes ciudades de la República Mexicana.
Ha impartido clases de comunicación en diferentes universidades y adora la tecnología, el baseball, el tenis y las bicicletas.
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