Los nuevos analfabetas informáticos

¿Realmente necesitas aprender a programar para no ser obsoleto?

Cuando tenía 10 u 11 años, recuerdo haber leído una revista en un consultorio médico cuyo tema central era el analfabetismo digital. El artículo, escrito a mediados de la década de los noventa, sostenía que cualquier persona que no supiera usar una computadora, sería considerada un analfabeta funcional para el año 2000. Acertó.

En efecto, la idea del analfabetismo informático no sólo está vigente, sino que ha avanzado al grado de cuestionarnos si las habilidades de programación deberían formar parte de los estudios. Pero ¿qué tan profunda debería ser nuestra preparación? ¿Qué tan cierto es que deberíamos aprender a programar ahora mismo, bajo el riesgo de quedarnos obsoletos?

¿Qué es el alfabetismo digital?

La idea del alfabetismo digital surge con la necesidad de emplear la alta tecnología no sólo en ambientes laborales, sino en la vida cotidiana. Dicha situación surgió con la masificación de las computadoras personales y aumentó con la popularización del acceso a Internet.

Se trata, en una primera instancia, de capacitar a las personas sobre cómo aprovechar la tecnología. Su enfoque es primordialmente pragmático (cómo uso la tecnología en un entorno para mi beneficio), aunque con el tiempo puede desenvolverse para volverse crítico (cómo adapto una tecnología para el beneficio común). Como sea, el alfabetismo digital cumple con dotar de herramientas a grupos específicos, en especial, a aquellos que por edad o estado socioeconómico no han desarrollado dichas habilidades.

Sugata Mitra creó "el agujero en la pared": un método de enseñanza informática con intervención mínima

El alfabetismo digital va desde lo más básico, como encender una computadora o conectarse a Internet. Hay varios paradigmas, algunos más populares que otros. Por ejemplo me fascina el de la educación mínimamente invasiva, desarrollado por Sugata Mitra. En 1999, Mitra llevó a cabo un experimento llamado “el agujero en la pared”. Consistía en colocar una computadora en un quiosco en un barrio bajo en Nueva Delhi. Los niños podían acceder a ella al entrar por un hoyo en el muro.

El experimento permitió que los niños ―sin supervisión ni entrenamiento previo― aprendieran a usarla. Mitra se dio cuenta de que los chicos podían aprender a manipular el ordenador sin entrenamiento formal; con el paso de las semanas, lograron conectarse a Internet. En pocos meses, las habilidades matemáticas y verbales de los chicos aumentaron y desarrollaron un criterio más sólido sobre los temas de actualidad y su entorno.

Por supuesto, no todos aprendemos de ese modo. Por esa razón, los centros educativos incorporan temas de tecnología a sus planes de estudio. Igualmente, cada vez más empresas se preocupan por capacitar a sus empleados en estos temas. También las organizaciones civiles se preocupan por este alfabetismo, como Átomo Educativo, una asociación de voluntarios que imparte talleres de inclusión digital en México.

El chip inexistente

A menudo escucho la frase “las nuevas generaciones ya tienen el chip integrado”, sobre todo, de adultos que ven a un niño manipular fácilmente un iPad o a un adolescente configurar sin problema una computadora. El supuesto chip no existe. La ventaja que tienen los infantes y los jóvenes es que no temen aprender en un entorno que perciben como dado, en tanto que los adultos han presenciado los cambios acelerados y, en consecuencia, necesitan adaptar sus habilidades. Los nativos digitales son una falacia (y no son mis palabras).

¿En verdad los niños vienen con "otro chip" o sólo es un mito arraigado?
¿En verdad los niños vienen con "otro chip" o sólo es un mito arraigado?

Es cierto que los jóvenes tienen un entorno más sencillo para aprender. Por tanto, desarrollan sus habilidades de forma más rápida. Esto, en temas laborales, asusta. ¿Por qué? La siguiente generación es un depredador más adecuado para un entorno cada vez más dependiente de lo digital. Es entendible el temor de alguien que tarda horas en instalar la impresora por quedarse rezagado en comparación con una persona con menos años y capacitada para tareas mucho más complejas.

Este entorno favorece también el crecimiento de ciertas carreras. El auge de los emprendedores tecnológicos (encabezados por las figuras mitificadas de Steve Jobs y Mark Zuckerberg) abre paso a un ecosistema que privilegia ciertas habilidades técnicas de programación. Así, cada vez más jóvenes ven en la informática una forma de especialización redituable en el corto plazo.

Las start-ups ejemplifican una necesidad generada por tener más y más programadores disponibles

El tema de las start-ups evidencia esto tajantemente: miles de personas que quieren crear “el siguiente Twitter” o “el próximo Facebook”, pero sin las habilidades informáticas necesarias. Los programadores se cotizan a la alza, sin importar la saturación del mercado. Es una situación que, considero, a la larga pasará factura al emprendimiento; pero mientras el ideal siga apuntando hacia el éxito tecnológico, el esquema se repetirá.

Esto termina por crear una nueva brecha de analfabetismo: el de no saber programar. De este modo, el nuevo mantra es que todos necesitamos aprender ahora mismo un lenguaje, algo que no nos saque de la dinámica. Si antes la lucha era por saber encender la máquina, ahora es por desentrañar su código, por colocarnos ese chip nuevo, aunque nadie lo haya visto.

No tienes que aprender a programar (mucho)

Aprender a programar tiene sus ventajas, tanto en el sentido práctico como en el desarrollo de otras habilidades de pensamiento. Sin embargo, no es necesario. Al menos, no en un nivel exhaustivo. Así como hay gente a la que quizá le baste con saber entrar en el navegador e imprimir sus documentos, tal vez sólo necesites conocer lo básico. Como con otras profesiones, por ejemplo los médicos, no es indispensable que sean especialistas, pues su título ya los hace médicos cirujanos.

El alfabetismo, en su sentido más amplio, se concentra en 2 habilidades: leer y escribir. Piensa en eso cuando consideres tomar un curso o aventurarte por tu cuenta a aprender a programar: saberlo descifrar en esas 2 vías. Como en la lectura, debes entender que ciertos signos requieren un orden y una secuencia para ejecutar algo. La sintaxis que aplica en lo escrito también funciona en la programación.

El alfabetismo informático se basa en saber leer y escribir código, pero ¿es realmente indispensable?
El alfabetismo informático se basa en saber leer y escribir código, pero ¿es realmente indispensable?

No sólo se trata de ser funcional dentro de un esquema que, sin duda, seguirá la ruta de lo digital. Se trata de hacerlo de forma consciente. El escritor Arthur C. Clarke decía que toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. Puede parecerte tonto, pero, ¿sabes cómo funciona Internet? ¿De qué manera sirve el Wi-Fi? ¿Cómo se ejecuta un programa para efectuar cierta función?

Así, la idea está en retirar este pensamiento mágico (el chip, en ese sentido, es parte de esta noción) asociado con lo tecnológico. En esa mirada, el programador es un alquimista en los ojos de una sociedad que desconoce qué hace y cómo. No, no necesitas correr a tomar un curso de programación, porque el ambiente tecnológico es suficientemente diverso para que cualquier profesión destaque en él. Si quieres, hazlo, pero no es un requisito ni mucho menos.

Lo que debemos hacer (y pugnar porque se incluya dentro de la agenda digital) es entender los entramados, de la misma forma en que una persona que nunca ha tocado una computadora descubre la acción-reacción de presionar el botón para encenderla. Cuando se comprenda que la programación es mundana (aunque parezca mágica), se habrá dado el paso más importante porque el pensamiento crítico y analítico nunca quedará obsoleto, sepas escribir líneas de código o no.

Fotos:
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