El activismo en las redes sociales

¿Podemos cambiar el mundo con sólo unos cuantos clics?

En la última década, las redes sociales se convirtieron en una de las arenas más importantes para la protesta y la denuncia. La velocidad con la que viaja la información y la posibilidad de librar la censura mediática han permitido que miles de personas se expresen con libertad por medio de estas plataformas. En muchos casos, las redes sociales han ayudado a que la sociedad civil se organice de formas novedosas e imprevistas; a crear una resistencia que, en algunos casos, ha significado un cambio en el gobierno o de régimen político.

Las protestas en redes sociales pueden influir en las decisiones políticas
Las protestas en redes sociales pueden influir en las decisiones políticas

Sin embargo, las redes no son una panacea. Si bien han impulsado el cambio social, también se ha caído en la manifestación del activismo de sillón (también conocido como slacktivism), en el que la acción se ha confinado a la web como un espacio seguro. La movilización en las ciudades ha dado paso a los likes de Facebook y los retweets de frases incendiarias. En otras ocasiones, las redes sociales dan una imagen distorsionada de la realidad, pues mientras en la red una causa gana adeptos, en el mundo real —sobre todo, en esas partes donde aún persiste la brecha digital— el escenario es decepcionante.

Entonces, ¿cuál es el diagnóstico? ¿Estamos potenciando la protesta con las redes sociales —estimulándola y haciéndola llegar más lejos— o la trivializamos al reducirla a una acción más simbólica que física? Para entenderlo con claridad, necesitamos explicarlo con un pequeño y adorable gatito.

La teoría del gato adorable

En 2008, Ethan Zuckerman, cofundador de la red de activistas Global Voices, subió al escenario del ETech (The O'Reilly Emerging Technology Conference) en San Diego, California, para exponer una idea novedosa: la teoría del gato adorable del activismo digital (The cute cat theory of digital activism). Después de 5 años, sus nociones han sido comprobadas en un sinnúmero de casos en la vida real.

La gente no está interesada en el activismo, sino en temas mucho más triviales

Para Zuckerman, la gente no está interesada en el activismo y considera que, en su mayoría, el Internet es utilizado para satisfacer necesidades mundanas y superficiales. Aunque la web fue desarrollada para el intercambio de información con fines educativos y científicos, la masificación del acceso nos ha entregado un espacio donde la constante es la trivialidad.

El autor señala que las plataformas de escritura/lectura eficientes atraen a la pornografía y a los activistas: “Si no hay pornografía, la herramienta no funciona. Si no hay activistas, la herramienta no funciona bien.” Es decir, si la plataforma está siendo empleada con fines de activismo, la conclusión es porque es tanto utilizable como útil.

Lo anterior significa que los sitios que empleamos para compartir nuestras frivolidades han sido excelentes herramientas para el activismo. Plataformas como Facebook, Twitter, WordPress o Blogger sirven a la sociedad civil para publicar sus causas y luchas. Cuando un gobierno decide cerrar o censurar servicios con ese nivel de popularidad, la presión pública es grande, pues como señala Zuckerman, se afecta a terceros que sólo buscan esparcimiento. Ahí se enciende la mecha.

¿Cómo funciona esta teoría?

La teoría del gato adorable se sostiene de la siguiente forma. Imagina que grabas un arresto policial arbitrario y quieres difundirlo. ¿A dónde acudirías? De acuerdo con Zuckerman, la gente va al sitio con el que está más familiarizado. En este caso, lo más común sería que el video terminara en YouTube.

¿Por qué no hay, por ejemplo, una red social para compartir denuncias en video? Porque no funcionaría. En realidad, haría mucho más sencillo el trabajo de quien censura. Es más fácil bloquear el acceso a un sitio que pocas personas usan o emplear un ataque de denegación de servicio (DDoS) para tirarlo. Sin embargo, ¿se imaginan si intentaran algo similar contra Facebook, Twitter o YouTube?

Ahora, la denuncia en YouTube está disponible no sólo para los disidentes y activistas; está en línea para todo el mundo. Cualquiera puede verlo, lo que aumenta su resonancia. Digamos, entonces, que a un gobierno no le gusta y decide bloquear el acceso al sitio. El resultado es que la gente se preguntará por qué no puede entrar en YouTube y al conocer la razón, aumentará la ira contra el censor ―y de paso, el afectado ganará simpatías.

El gobierno de Túnez decidió bloquear Dailymotion para censurar un vídeo. Sólo lograron que llamara más la atención

Zuckerman ejemplifica esta teoría con un video grabado por unos activistas tunecinos, quienes alojaron el contenido en sus blogs. Para los gobernantes fue muy sencillo limitar el acceso durante años. Un día, los activistas decidieron subirlo a Dailymotion (una plataforma de videos en línea muy popular en Francia y el norte de África). ¿Qué pasó? El gobierno de Túnez decidió bloquear el acceso. Grave error.

La mayor parte de la población no está interesada en causas sociales: quiere consumir contenido superficial, sin embargo, cuando el gobierno impidió el acceso a millones de videos de gatos adorables para evitar que se vieran unos cuantos de denuncia, los tunecinos se percataron de la situación y se involucraron en el tema.

El gato no siempre cae de pie

La teoría del gato adorable no aplica para todos los casos. Si bien ha servido para explicar fenómenos sociales como la Primavera Árabe, Zuckerman encontró en China el ejemplo contrario perfecto, pues se percató de que si las libertades personales del usuario no son afectadas por la censura, no hay reacción. En China se da este caso porque, aunque los principales sitios de Internet están bloqueados, el gobierno abrió otras plataformas alternas que satisfacen esas necesidades de ocio.

Regiones como China o Asia Central representan excepciones a la teoría de Zucherman por motivos culturales

La antropóloga Sarah Kendzior criticó a Zuckerman porque, a pesar de ofrecer una perspectiva interesante sobre el activismo en línea, no incluía un estudio de los fracasos. En su opinión, en países de Asia Central, la reacción de la población no corresponde con la descrita por Zuckerman, y se dan otras consecuencias, por ejemplo, que la gente elija olvidar un suceso doloroso o que cuestione su participación en el activismo por temor a las consecuencias.

A pesar de las excepciones, es cierto que la web 2.0 está basada en la idea de compartir contenido, incluso el menos relevante (como las fotos de tu gato). Al simplificar cada vez más estas acciones, la consecuencia es la conformación de una infraestructura muy útil para el activismo, porque permite la creación sencilla de contenido y facilita compartirlo con audiencias locales y globales.

La teoría del gato adorable se ha popularizado tanto que se ha convertido en emblema de la protesta en línea. Por ejemplo, la Liga de la Defensa del Internet utiliza un gato como señal de alerta para convocar a protestas contra legislaciones como ACTA, SOPA o PIPA. Así que la próxima vez que compartas un meme en Facebook o una parodia en YouTube, considera que, aunque no lo parezca, estás ayudando a que miles de activistas tengan protección a favor de la libertad de expresión.

La caja de resonancia

En 2010, el iraní Mohammad Sadeghi planeó una protesta en Teherán, la capital de su país, a favor del candidato Mir-Hossein Mousavi. Cuando se supo que el equipo de campaña de Mousavi había sido encarcelado, el número de seguidores del sitio de Facebook del candidato aumentó considerablemente. Esto motivó a Sadeghi a planear una manifestación pública para el 11 de febrero. El apoyo era arrollador, pero algo salió mal.

En Irán, las redes sociales han sido de ayuda para coordinar protestas
En Irán, las redes sociales han sido de ayuda para coordinar protestas

El plan era que los activistas se reunieran frente a las cámaras durante el desfile conmemorativo de la Revolución Islámica. Ahí, ante los ojos del mundo, revelarían los abusos del régimen. Eso no ocurrió. No hubo despliegue masivo, ni demostración pública. Mousavi no tomó en cuenta que la mayoría de los simpatizantes de la página de Facebook eran extranjeros y, por lo tanto, no podían participar.

Me gusta este ejemplo porque ilustra a la perfección una creencia común y errónea sobre las redes sociales, pues que una protesta sea exitosa en línea no garantiza que lo sea en el mundo real. Las redes sociales son una caja de resonancia. Estoy seguro de que una buena parte de la comunidad internacional se enteró de los abusos del gobierno iraní gracias a Sadeghi, pero eso no se tradujo en apoyo por una simple razón geográfica.

Sadeghi no logró convertir el éxito de su convocatoria en redes sociales en una protesta pública

En ese sentido, hay que comprender que las redes sociales no son una varita mágica. Pero, ojo, tampoco todo activismo en línea es un activismo desperdiciado. Muchas veces, hacer consciencia y mover un tema a la agenda pública conduce a que los organismos pertinentes lo tomen en consideración. Pero quien está detrás del monitor debe entender que ni el clic es omnipotente ni la tarea termina con la denuncia. Ayuda, sí, pero no resuelve. Informa, pero no actúa.

¿Quiere decir esto que debemos dejar de defender causas en las redes sociales? No. Como sostiene Zuckerman, que nos involucremos da una defensa extra a aquellos que se la juegan en la protesta. Que comuniquemos e informemos es vital para la propagación de un tema hacia la opinión pública, los medios y los gobiernos. Es importante usar las redes sociales como una herramienta, no como sustituto de la acción, la propuesta y la presión ciudadana. Se puede cambiar el mundo con un clic, sí… sólo si la mano que sostiene el ratón también está dispuesta a moverse.

Imágenes:
(cc) microturbian / Flickr
(cc) Irumiha / Flickr
(cc) Identity Photogr@phy / Flickr

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