Las cucarachas ya no caen en las trampas venenosas de los seres humanos

Científicos descubrieron que los insectos sufrieron cambios en sus organismos

Las cucarachas han vivido por más de 350 millones de años en el planeta. Su capacidad de sobrevivencia es ampliamente conocida, envidiada y temida. Pero según lo reportado por el New York Times, estos insectos excedieron todas las expectativas.

En la década de los 90, los científicos empezaron a registrar cambios en el comportamiento de las cucarachas domésticas; poco a poco dejaron de caer en las trampas envenenadas. No se trataba de la ineficacia del veneno, era algo más inusual. Los bichos simple y sencillamente no querían comer los cebos.

Los exterminadores profesionales de plagas informaron que las trampas para las cucarachas ya no eran tocadas por los insectos, cosa que les pareció curiosa a los científicos. Investigadores de la Universidad de Carolina del Norte tomaron el asunto en sus manos, y descubrieron que estas criaturas desarrollaron un instinto, o mejor dicho, disgusto por la glucosa que se usa para recubrir los cebos.

El sentido del gusto no se encuentra en la boca de las cucarachas; éstas reconocen el sabor mediante los vellos que tiene en sus patas. Al tocar algo dulce lo comen de inmediato, pero si por el contrario, es amargo o tiene un sabor que no es de su agrado, lo ignoran. Los científicos descubrieron que esta especie sufrió cambios químicos en su organismo que alteró esa sensibilidad, de modo que la glucosa dejó de parecerles atractiva.

Mosquito de malaria
Mosquito de malaria

Lo mejor o lo peor del asunto es que esta modificación genética es hereditaria, así que las generaciones de cucarachas que están por venir ya no caerán en las trampas dulces de los seres humanos. Sin embargo, no eso no significa que estemos frente al fin de la humanidad. Gracias a estudios similares es posible desarrollar otras técnicas para combatir a esta plaga.

Esta investigación también ayudará a hacerle frente al mosquito de la malaria, culpable de la muerte de 700,000 a 2.7 millones de personas al año. Dicha especie también desarrolló cambios en su organismo que los hace evitar tocar las paredes que fueron regadas con insecticida.

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