La defensa de la soberanía informática de Brasil

Dilma Rousseff enfrenta a Estados Unidos tras el escándalo de espionaje

A raíz de las filtraciones de Edward Snowden y el espionaje por parte de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), las aguas se tornaron turbulentas. Apenas este fin de semana se reveló que el gobierno estadounidense ha vigilado sistemáticamente países como México, Alemania, Brasil y Francia.

Las filtraciones de Snowden señalan intervenciones a los gobiernos de Francia, Alemania, Brasil y México
Las filtraciones de Snowden señalan intervenciones a los gobiernos de Francia, Alemania, Brasil y México

El escenario actual ha conducido a los mandatarios de las naciones afectadas a tomar diferentes caminos. Mientras el gobierno mexicano ha reaccionado con tibieza (la condena ha venido por parte de los ciudadanos, no más), la administración de Dilma Rousseff empezó a tomar medidas para garantizar la soberanía informática de Brasil. ¿De qué se tratan estas acciones y cuáles son sus implicaciones?

La advertencia de Richard Stallman

No se puede hablar de soberanía informática sin mencionar a Richard Stallman, padre del movimiento del software libre. En una charla en la Universidad de Buenos Aires, el programador señaló que el Estado no se debe dejar en manos del software privativo, y tiene la obligación de mantener control sobre la información pública, algo que sólo puede lograr mediante el software libre.

Stallman advierte que la información del Estado no puede quedar en manos del software privativo

El tema, sin embargo, es más económico que político. Si bien los gobiernos pagan cuantiosas cantidades por uso de licencias de software, pero el desarrollo y migración a software libre sería, en un inicio, mucho más costoso. ¿Por qué? Porque habría que contratar un equipo de programadores que desarrolle el software desde cero (o bueno, desde las bases de otro programa libre), a la medida del gobierno.

No obstante, en el largo plazo, eso significaría un ahorro porque no se estaría sujeto al pago recurrente de licencias ni de actualizaciones arbitrarias. El Estado confeccionaría el software que necesita, según sus necesidades. Si suena tan tentador, entonces, ¿por qué los gobiernos no optan por esa solución?

El tema está en la comodidad. El software privativo tiene un uso más extendido, por ende, es más sencillo para la gente. La comparación obvia está en la ofimática: cualquier persona sabe cómo utilizar Microsoft Office, pero si se le pone frente a una paquetería como LibreOffice, la sentirá como incompleta o deficiente por sus experiencias previas. Stallman lo llama inercia social: uso Windows porque así me enseñaron. Así, entre el gasto inicial y la curva de aprendizaje, la opción del software libre se rechaza.

En el tema del software privativo, Stallman está en contra de empresas como Microsoft, Apple, Google (especialmente, del uso de Chrome) y Facebook, advirtiendo sobre la posibilidad de que tuvieran trampas o puertas traseras para espionaje de los usuarios. Quizá su posición suene fundamentalista, pero a raíz de las revelaciones de Snowden, es probable que ahora sea escuchado con más atención.

Stallman dice que empresas como Facebook facilitan el espionaje a sus usuarios
Stallman dice que empresas como Facebook facilitan el espionaje a sus usuarios

Dilma enfrenta a Estados Unidos

Aún antes del escándalo de la NSA, ya había señales preocupantes sobre la soberanía informática. El mayor porcentaje del tráfico de Internet pasa, en algún momento, por los servidores de Estados Unidos. La aparición de propuestas de ley como SOPA y PIPA, que sometían los datos a censura por pretexto del copyright, convertía una legislación local en un tema global. En pocas palabras: las políticas de EE. UU. sobre Internet se vuelven, por carambola, en las políticas de todo el mundo.

El problema ya había sido previsto por la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), organismo que propuso en 2011 la instalación de una fibra óptica de 10,000 kilómetros en la región. Esto mejoraría la velocidad de la red, abarataría los costos de Internet y, por supuesto, sería positivo para la seguridad de los datos en los países que conforman la organización.

Por esas razones, una de las primeras reacciones de la mandataria brasileña a las revelaciones de espionaje fue dar un nuevo impulso al Marco Civil de Internet, donde se estipula que empresas como Facebook o Google deben almacenar los datos de los brasileños en servidores instalados en ese país. Sólo esa decisión le costaría $35,000 MDD a las compañías involucradas, ya que Brasil representa el segundo mercado mundial para YouTube y Twitter, y el tercero para Facebook.

La presidenta de Brasil está tomando medidas para garantizar la soberanía informática de su país
La presidenta de Brasil está tomando medidas para garantizar la soberanía informática de su país

Brasil también propone una inversión sin precedentes en infraestructura, como la que se planteaba la UNASUR. El gigante amazónico ampliaría su red de fibra óptica y crearía nodos propios de Internet, a fin de independizarse cada vez más de Estados Unidos. Otra acción de Dilma Rouseff es terminar los contratos con Outlook como proveedor de servicios de correo electrónico y ordenó al Servicio Federal de Procesamiento de Datos (Serpro) que desarrolle un programa de correo propio.

Rousseff se toma muy en serio el tema del espionaje de Estados Unidos, al grado de que el Marco Civil llegará a la ONU una vez que sea aprobado, con la finalidad de establecer nuevas reglas. Puede sonar exagerado, pero lo único que está haciendo Brasil es garantizar su soberanía informática. Del resultado del experimento dependerá la reacción de muchos países en el futuro cercano respecto de su dependencia tecnológica con Estados Unidos. Quizá sea tiempo de poner las barbas a remojar.

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