Si trabajas en un edificio de oficinas, tu lugar de trabajo puede estarte matando y no lo sabes. Algunos arquitectos toman decisiones que harán más barata la obra, pero dejarán a los trabajadores con el Síndrome del Edificio Enfermo.
La Organización Mundial de la Salud reconoció este síndrome como el conjunto de molestias y enfermedades que provoca un inmueble sobre las personas que lo habitan o trabajan en él. La mala calidad de materiales o fallas en la construcción pueden ser el motivo de que no se te quite la tos.
Estos son los síntomas de que tu oficina te está desmejorando:
- irritación en vías respiratorias
- ardor en los ojos
- fatiga
- falta de concentración
- náuseas
- mareos
- ansiedad
- resfriados persistentes
- alergias
Si sientes varios de estos y se te quitan cuando dejas de ir algunos días a la oficina, trabajas en un edificio enfermo.
Estas son las características de las construcciones que afectan a sus habitantes:
- bloques de oficinas con ventanas que no se abren
- ventilación artificial y aire que recircula varias veces de trabajador en trabajador
- abuso de sistemas de climatización
- recubrimientos textiles
- mala iluminación (pobre o excesiva)
La contaminación electromagnética es otro problema. Entre el WiFi, cableado, emisiones de teléfonos y dispositivos inalámbricos, la oficina se llena de electrosmog y la OMS cree que puede ser cancerígeno.
Si ya te identificaste –amigo de Polanco o Santa Fe–, aquí está lo que puedes hacer:
- pedir que limpien los conductos de ventilación (hogar de las bacterias);
- tener las manos limpias todo el tiempo;
- buscar cómo lograr que la oficina se ventile naturalmente;
- asegurarte de que el clima no te dé directamente;
- mantener la temperatura entre 22 y 24º;
- alejar dispositivos electromagnéticos;
- mejorar la iluminación de tu lugar y reducir el ruido.
Pasas 40 horas en tu oficina a la semana. Estás en todo tu derecho de exigir que no sea dañino para tu salud.
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