Tecnología

Cuando falla la inteligencia artificial

Hay que reconceptualizar la forma en que la inteligencia humana y la artificial pueden interactuar y crear un nuevo mundo

Por: Ankur Prakash, vicepresidente para Mercados Nuevos y Emergentes de la empresa india de servicios de informática Wipro

¿Puede una computadora crear una sinfonía que nos conmueva? ¿Puede crear un platillo original, mezclando sabores de maneras nuevas? ¿Puede alguna vez comprender las sutilezas de la naturaleza humana, nuestras ambiciones, nuestras mentes?
Al hacernos estas preguntas empezamos a ver los límites de la Inteligencia Artificial (I.A.). Es un área que ha resurgido en años recientes (tras décadas de haber sido relegada al folklore de la ciencia ficción) y ahora domina las conversaciones acerca de nuestro futuro. Pero ¿podríamos estar dejándonos llevar? ¿Quizás estar demasiado enamorados de las posibilidades que nos presenta?

Señales de alerta

En realidad, la maduración de la I.A. es una progresión trabajosa, llena de tropiezos y errores. El año pasado, el ciudadano estadounidense Joshua Brown se dio a conocer de la peor forma posible, convirtiéndose en la primera víctima mortal de un accidente de tránsito en el cual se vio implicado un vehículo autónomo, en este caso el Tesla en el que viajaba, que se estrelló en el costado de un tractocamión a 120 kilómetros por hora. El incidente fue un recordatorio dramático de los peligros de ponerle demasiada fe, demasiado pronto, a los sistemas basados en Inteligencia Artificial.

El legado de Brown es una advertencia sobre los riesgos de la I.A. y nos recuerda que la llamada Singularidad, el momento cuando finalmente exceda la inteligencia humana, se encuentra muy lejos y quizás no ocurra nunca.
En el campo de los automóviles autónomos, los aeroplanos y otros medios de transporte, los peligros de que la I.A. no funcione son demasiado obvios.

Lo mismo se puede decir de los sistemas de I.A. que controlan el flujo de tráfico en las ciudades inteligentes, los que producen medicamentos sintéticos o incluso los contextos distópicos en los que elementos subversivos la utilizan para crear armas biológicas o químicas. Es posible que, si la I.A. hace algo malo o incorrectamente, las consecuencias sean desastrosas.

Arte y ciencia

El enfoque más moderado sería el contraponer nuestras esperanzas respecto a la I.A. ante una apreciación de las especiales manifestaciones de la inteligencia humana. Las computadoras con seguridad nos superarán en lo que toca a complejas ecuaciones, pero ¿podrán siquiera alcanzar nuestros niveles de empatía, respeto, inteligencia emocional y conciencia contextual?
De hecho, mientras más información inunda nuestro entorno, más valor se les da a las decisiones intuitivas.

“Las decisiones algorítmicas”, como podríamos llamarlas, no llegan demasiado lejos: Steve Jobs no tenía datos que indicaban que la gente podría desear un iPad y Henry Ford ciertamente no tenía informaciones mercadológicas indicando que la gente quería un automóvil.

Forbes Magazine consideró el papel de la intuición en la toma de decisiones corporativas y determinó que “finalmente, luego de haber considerado los datos una y otra vez y haberles pedido sus opiniones a otros, nuestro instinto es nuestro mejor consejero”.
Entonces, para los dirigentes empresariales de la actualidad, la clave será combinar la ciencia de la I.A. (que maneja muchos datos y permite estructurar perspectivas útiles) con el arte de la intuición humana. El tomar decisiones importantes, participar en negociaciones de alto nivel y reunir a los equipos ideales para concretar una visión, son todas responsabilidades que simplemente no le podemos dejar a nuestros robots con I.A.

Esto explica por qué los científicos de datos (Data Scientists) son algunos de los especialistas más cotizados de la actualidad, dado que tienen la capacidad de transitar entre estos reinos del arte y la ciencia.

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Un mundo nuevo, con nuevos empleos

Todo esto nos lleva al punto en el cual comprendemos que la I.A. puede no tener un efecto paralizante en el empleo, como muchas personas temen. Mientras buscamos la manera de manejar su poder, nuevos empleos están siendo creados.

Imaginen, por ejemplo, la tarea de crear áreas de conducción autónoma en carreteras y caminos en miles de ciudades, en cientos de países. El diseño, planeación, infraestructura y supervisión de todo este esfuerzo creará nuevos puestos de trabajo. En los negocios, conforme le entregamos tareas repetitivas a los robots, nuevos terrenos completamente nuevos son creados en áreas como la energía verde, la biotecnología, la Experiencia Digital del Usuario, servicios de comunicaciones móviles, transporte de pasajeros y FinTech, para mencionar unos cuantos. En cada uno de esos terrenos, nuevos empleos están apareciendo de la nada.

Como con cualquier otra innovación y tecnología anterior, la I.A. tiene el potencial de ayudarnos a entender más acerca de nuestro mundo, impulsar el progreso de la humanidad y enfrentar algunos de nuestros mayores retos como sociedades. Lo que es claro es que tendrá un gran impacto en nuestros negocios y nuestra vida en general. Claramente, nos falta un gran camino por recorrer antes de poder dominar en verdad esta tecnología. Mientras tanto, no olvidemos lo siguiente: La I.A. puede de hecho “funcionar mal”.

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