Cultura Web

¿Qué es la neutralidad de red?

Este artículo explica por qué debería importarnos este tema

Actualmente, Estados Unidos atraviesa por una de las más grandes discusiones relacionadas con Internet de los últimos tiempos. Y es que la llegada de Donald Trump a la presidencia ha provocado una serie de reconsideraciones acerca del papel que juegan los proveedores del servicio de Internet. Es aquí donde entra el concepto de neutralidad de red, pero, ¿qué significa? y ¿qué está pasando con ella?¿Por qué existen protestas? ¿Quién está a favor y/o en contra de ella?

Anclado a estas preguntas, este texto pretende ofrecer claridad al respecto y particularmente en el concepto de neutralidad de red. Al final, lo que se busca es que el lector comprenda cómo puede llegar a afectarle y por qué debería importarle el tema.

Neutralidad de red

La neutralidad de red es un principio básico que prohíbe a los proveedores de internet —como AT&T, Comcast y Verizon— bloquear contenido, aplicaciones o sitios web a sus clientes; también les prohíbe aumentar o disminuir la velocidad de la conexión que sus usuarios reciben.

La neutralidad de red es prácticamente la manera en la que el Internet ha funcionado desde su origen. Se podría decir que este concepto es el principio que guía el modo en que funciona Internet: protege nuestro derecho a comunicarnos libremente en línea.

La neutralidad de red es un Internet que permite y protege la libertad de expresión. Esto significa que los proveedores de Internet (ISP) deberían ofrecernos redes abiertas, de modo que no bloqueen o discriminen algunas aplicaciones o contenido que circula por esas redes. Así como nuestra compañía no debería decidir a quién llamamos y qué decimos en nuestras conversaciones, justo así los proveedores de Internet no deberían interferir con el contenido que vemos o publicamos en línea.

De esta manera, la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos (FCC por sus siglas en inglés), defendió la neutralidad de red y estableció un conjunto de reglas para evitar que los proveedores realicen cambios en la velocidad para favorecer a ciertos sitios o que bloqueen contenidos específicos o impidan el acceso a ciertas aplicaciones a sus usuarios. Sin embargo, esta Comisión estableció aquellas reglas en 2010, bajo la administración de Barack Obama. Hoy, con Trump al frente, el panorama ha cambiado bastante.

Ajit Pai, quien fue colocado como actual presidente de la FCC por el presidente Trump, puso en marcha un proceso que podría resultar en la cancelación de las reglas establecidas hace dos años en relación con la neutralidad de red.

Ajit Pai y Donald Trump
Ajit Pai y Donald Trump

¿Quién está en contra de la neutralidad de red?

Las grandes compañías proveedoras de Internet, telefónicas y de cable y sus afiliados presentaron una demanda tan pronto como se adoptaron las reglas de Neutralidad de Red en 2015, todavía bajo el mando de Obama. Pero, ¿por qué?, ¿en qué les afecta o beneficia?

Los proveedores de Internet piensan que las reglas relacionadas con la neutralidad de red son demasiado pesadas y alegan que no están en contra de un Internet abierto o libre, sino que se oponen a estas reglas porque los ponen en desventaja. ¿Desventaja?

Al final, lo que los proveedores quieren es poder obtener mayores ganancias y hacer su negocio más rentable, pues al considerarse el Internet un bien público, están obligados a establecer ciertas tarifas y ciertos estándares que no les permiten destacar o diferenciarse de otros proveedores. De este modo, sin las regulaciones de la neutralidad de red, los proveedores podrían decidir cuándo otorgar altas velocidades y cuando disminuir el tránsito.

Un proveedor podría alentar la conexión a los usuarios que accedieran a los sitios relacionados o asociados con su competencia, bloquear contenido político o con ideologías opuestas a sus intereses. Un proveedor podría ofrecer cargos extras o tarifas “premium” a las pocas compañías creadoras de contenido que podrían costear estos gastos y ofrecerles un trato preferencial. De esta manera, el tráfico hacia ciertas páginas sería más lento, causando que el usuario ya no contara con una decisión equilibrada, sino que optaría por decidir entre visitar ciertas páginas con velocidades de carga más lentas o aquellas otras que ofrecen menores tiempos de respuesta.

Ahora que sabemos lo que está en juego: la competencia leal o pareja, el trato igualitario ante el trato preferencial o discriminatorio. Esto es precisamente lo que nos liga a los grupos que están a favor de la neutralidad de red.

¿Quién está a favor?

Mayoritariamente los creadores de contenido, Apple y Google entre ellos. Ellos afirman que los consumidores ya están pagando por la conectividad y que merecen una experiencia de calidad. Muchos consumidores apoyan la idea de que las reglas de la neutralidad de red protejan la libertad y la apertura del Internet. Es tan así que más de 4 millones de personas enviaron comentarios públicos a la FCC acerca de la neutralidad de red, más cantidad de comentarios que cualquier otro tema, la mayor que han recibido. Es cierto que algunos de esos comentarios provenían de organizaciones, activistas o compañías, pero la gran mayoría provenía de personas comunes y corrientes, quienes apoyan la neutralidad de red. Pero, regresando a las preguntas: ¿en qué les afecta?

La competencia es cada día más grande y existen cada vez más artimañas para vencer, para sobresalir, para acabar con los pequeños negocios por parte de los grandes grupos empresariales, aquellos que cuentan con los mayores presupuestos y capitales. Si perdiéramos la neutralidad de red, el usuario obtendría acceso preferencial a ciertos sitios, conexiones más rápidas a los sitios que puedan pagarlo y trabas a los sitios relacionados con empresas pequeñas o de recursos más limitados.

¿Alguien dijo monopolio?
¿Alguien dijo monopolio?

Ejemplos

Uno de los ejemplos más claros tiene que ver con los planes de datos. En México, por ejemplo, Telcel ofrece Uber, Whatsapp, Facebook y Facebook Messenger ilimitados en algunos de sus planes. Esto representa una competencia desleal hacia aquellos sitios que no pueden pagar este trato preferencial. ¿Quién va a gastar datos en Telegram si tiene acceso ilimitado a WhatsApp?, ¿quién va a utilizar Cabify si Uber es “gratis” (es decir, incluido en el precio estándar del plan)?, ¿quién carajos va a publicar algo en SnapChat si Facebook no consume sus datos?

Otro posible ejemplo sería el servicio de Claro Video, ¿qué pasaría si Telmex comenzara a disminuir la velocidad de descarga de Netflix y privilegiara la de su propia plataforma Claro Video?, ¿seguiría esperando tanto tiempo la carga o migrarías “voluntariamente a fuerzas” a Claro Video?

¿Por qué debería importarme?

Pareciera que a lo largo de este escrito ha quedado más o menos claro, pero nunca está demás especificarlo: al final tu decisión no es equilibrada. Como consumidores no tendríamos una decisión balanceada o 100% libre, sino que existirían ciertos sesgos, ciertos tratos preferenciales hacia ciertas marcas o hacia empresas específicas. Las startups, los contenidos emergentes, la diversidad del mercado se vería reducida drásticamente (si así lo permitimos), pues a fin de cuentas, ¿quién quiere esperar más?, ¿quién estaría dispuesto a invertir más tiempo y sortear más trabas para seguir apoyando sus contenidos o sus aplicaciones favoritas? Es decir, esto no significaría el fin de la innovación, ni la imposición de monopolios, pero sí se vería reducida la competencia libre, la competencia leal.

Conclusión

Esta discusión y este concepto se resumen en cuestiones ideológicas: libertad absoluta contra libertad condicionada, control frente a regulación. Además, Internet es una de las herramientas más poderosas y revolucionarias de la historia, millones de dólares circulan por esta red. Sin embargo, al final, lo que realmente está en juego es algo más poderoso que el dinero, tal como lo dice Frank Underwood: el poder. El poder de intervenir en las decisiones del consumidor, la facultad para manipular, para influenciar las decisiones del usuario. Básicamente, este tema se reduce a una lucha: el consumidor empoderado frente al consumidor domesticado. Es así que por más que los grandes grupos de poder se empeñen en tratar de condicionar nuestras decisiones o nuestras acciones, al final, la elección siempre es nuestra: manipulada, sesgada, influenciada, pero al final siempre nuestra. La decisión (consciente o no) siempre es del consumidor.

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